El problema de una alarma ficticia, tiene un gran inconveniente, lejos de producir un efecto disuasorio, a la hora de cambiar conductas, lo peor es creer la alarma como falsa, ya que no hay indicios creíbles para ella, y tras este fracaso de alarmar una y otra vez a las personas, da lugar a que cuando se produzca una alarma verdadera no hagamos caso de ella y nos cueste el gran disgusto, vamos como el cuento del lobo, que viene el lobo, que viene el lobo, y en realidad cuando este llega nadie lo cree, y el lobo se ha comido las ovejas.
Las alarmas hay que darlas cuando estas sean ciertas, es la única forma de que se tomen en serio, el jugar a ser adivinos cuesta muy caro.
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